Cuando empezamos la vida ministerial, mucho del trabajo recaía solamente sobre mi espalda, pues tradicionalmente en las iglesias cristianas las mujeres no tenían una participación activa en el ministerio. Sin embargo, mi sueño siempre fue trabajar en la obra del Señor de la mano de toda mi familia.
La verdadera Semana Santa tiene un significado muy profundo y valioso, que desafortunadamente se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. Para muchos se ha convertido en un sinónimo de vacaciones, o en el mejor de los casos, de una búsqueda de agradar a Dios a través actos religiosos.
Recuerdo muy bien que esta fue una de las primeras promesas que mi esposa le enseñó a nuestras hijas. Sé que la mayoría de ustedes recuerdan que esta es la historia del profeta Samuel, pero lo interesante es que todo el cumplimiento de la promesa se llevó a cabo a través de una mujer valiente llamada Ana.
Creo que para nadie es un secreto que el mundo está atravesando tiempos de gran crisis, los efectos económicos y sociales de la pandemia han sacudido naciones enteras, generando una gran incertidumbre sobre lo que traerá el futuro.
La vida de Josué es un gran ejemplo de lo que significa desarrollar un liderazgo de conquista, no era el panorama más sencillo, pues Josué debía reemplazar a Moisés, quien fue tal vez el líder más influyente de la historia del pueblo de Israel, pero además tenía que introducir al pueblo en la tierra prometida.
El Señor dijo que para los postreros tiempos los jóvenes verían visiones, los ancianos soñarían sueños, tal vez la lucha más difícil del ser humano es soñar, porque los sueños implican muchas cosas…
Siempre he dicho que nuestro primer ministerio es la familia, la misma Palabra lo enseña, quién no puede gobernar su hogar, ¿cómo podrá gobernar la obra?