“Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todo los días.” (1 Samuel 2:35)

Recuerdo muy bien que esta fue una de las primeras promesas que mi esposa le enseñó a nuestras hijas. Sé que la mayoría de ustedes recuerdan que esta es la historia del profeta Samuel, pero lo interesante es que todo el cumplimiento de la promesa se llevó a cabo a través de una mujer valiente llamada Ana. 

Cuando estudiamos su historia, podemos entender cómo una mujer puede llegar a tocar el corazón del Padre. Ana no la tuvo nada fácil, aunque su esposo la amaba, no podía tener hijos y tenía una rival que si podía tenerlos y la afligía por esto. Ana vivía con un peso a diario que hacía que todo lo demás perdiera su brillo, y aunque su esposo se esforzaba por apoyarla, nada de lo que él hacía podía suplir su necesidad.  

¿Se ha sentido igual que Ana? Tal vez el Señor la ha rodeado con algunas bendiciones, pero hay algo en específico que trae aflicción a su vida y no la deja sentirse plena. Puede ser un hijo que se alejó de la fe, una mala experiencia en lo sentimental, aflicciones en la salud o grandes presiones financieras. 

Ana entendió que no podía seguir igual y decidió actuar. Ahora, cuando digo actuar, no me refiero a hacer cosas en nuestras propias fuerzas, Ana supo que solamente el poder de la oración podía traer respuesta a su necesidad. 

Una mujer que toca el corazón de Dios es aquella que se ha entregado por completo a la oración.

Es momento de dejar de buscar respuestas en los lugares equivocados y entender que a través de la oración podemos desatar el poder de Dios en nuestras vidas y cambiar el aspecto de las cosas.

Las mujeres alrededor del mundo se han convertido en tremendas intercesoras y en un muro que ha blindado las familias de la iglesia. Si usted no practica la oración, quiero invitarla a que a partir de hoy pueda hacerlo, mientras usted se ocupa de esto, el Señor se ocupará de responder a sus peticiones.

La segunda virtud que tenía Ana, que la convertía en una mujer que tocaba el corazón de Dios, era su genuino deseo por levantar generaciones para el Señor. Esto no habla solamente a nivel familiar, sino también a nivel ministerial. 

Note que Ana clamó por Samuel, pero para consagrarlo delante de Dios y dedicarlo a la obra del ministerio. El resultado de esto fue que Samuel se convirtió en uno de los profetas más importantes e influyentes del Antiguo Testamento, tanto así, que fue el encargado de traer la dirección espiritual a toda la nación de Israel hasta el día en que murió.

¿Se imagina qué hubiera pasado si Ana no hubiera tenido esta pasión por levantar generaciones? Si recuerda la historia, sabrá que en ese entonces había un sacerdote llamado Eli, que había perdido la visión y la capacidad de dar dirección. Muy seguramente el pueblo se hubiera ido a hacer lo malo delante de los ojos de Dios, trayendo el juicio para toda la nación.

La intercesión y el anhelo del corazón de una mujer hicieron la diferencia.

Las mujeres tienen el don divino de dar vida en lo natural y en lo espiritual, y en este tiempo Dios las ha llamado también al campo del liderazgo, pero todo esto empieza con un sueño, con un deseo genuino de dar a luz generaciones que sirvan a Dios.

Querida mujer, sé que tal vez estos tiempos no han sido los más sencillos, pero me gustaría invitarla a que pueda derramar su corazón en oración a diario y le daría el desafío de levantar un ministerio que glorifique el nombre del Señor Jesucristo, mientras usted lo hace sentirá la plenitud que tanto ha estado buscando.

No hay nada más gratificante que servir a Dios. 

Quiero terminar este blog dándoles las gracias, porque sé que todas ustedes hacen trabajos muy valiosos en sus iglesias, comunidades y familias. Y tal vez si muchas veces han sentido que nadie lo nota, el Señor si lo ha visto y de Él vendrá la recompensa. 

Que el Señor las bendiga en este día tan especial con el amor del Padre, la misericordia del Hijo y el Poder del Espíritu Santo.