El Señor dijo que para los postreros tiempos los jóvenes verían visiones, los ancianos soñarían sueños, tal vez la lucha más difícil del ser humano es soñar, porque los sueños implican muchas cosas.
“y después de esto derramaré de mi espíritu sobre toda carne y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros ancianos soñaran sueños y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28)
Cuando Dios me habló de iniciar la Misión Carismática Internacional me dijo:
“sueña con una iglesia muy grande porque los sueños son el lenguaje de mi espíritu, porque la iglesia que tu pastorearas será tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena del mar que de multitud no se podrán contar.”
Fue la primera vez que dentro de mi corazón nació un gran sueño, porque hasta ese momento yo no sabía soñar, pero cuando Dios me dio esa Palabra yo entendí que la fe va acompañada de visiones y de sueños. Es prácticamente imposible cumplir el llamado que Dios nos ha dado sin ser soñadores.
Ahora, lo primordial para un soñador es aprender a recibir los sueños de Dios, la mayoría de personas no pueden hacerlo porque están muy enfocados en sus propios sueños, en construir algo para satisfacer sus propios deseos, sino morimos y desechamos estos sueños, nunca tendremos lugar para recibir el sueño de Dios.
Es importante entender que un sueño inspirado por el Señor siempre nos llevará a la acción, hay personas que dicen ser soñadoras, pero que nunca dan un paso que los acerque a las metas que necesitan para cumplir ese sueño.
Permítame darle un ejemplo, cuando tuve el sueño de empezar la MCI, yo ya sabía que el Señor quería darme las multitudes, pero mi primera meta fue conquistar 200 personas; reuní a mi equipo de trabajo, les compartí esta meta, imprimimos el número 200, lo pegamos en todos los lugares, empezamos a orar, a invitar personas y a buscar un lugar adecuado para recibir a estos 200. Para mi sorpresa cumplimos esta meta mucho antes de lo que yo había proyectado; nuestra primera célula, con la que nació la Misión, tuvo 8 invitados, luego conquistamos 200, luego 1000 y así sucesivamente hasta el día de hoy.
Me gustaría invitarlo a que sea un soñador y a que se determine a conquistar esos sueños que vienen de parte de Dios; sueñe con ser el mejor padre, el mejor esposo, sueñe con tener un gran ministerio, con emprender cosas nuevas, ¡Sueñe y ganará el mundo!