
Es muy impactante ver cómo en las últimas décadas ha habido un aumento, sin precedentes, de condiciones mentales y emocionales. Las enfermedades modernas son las del alma, las que afligen el corazón y destruyen a una persona desde su interior. Todas estas cosas son consecuencia de una generación que ha querido desarrollar una vida sin el temor de Dios, centrándose solamente en las cosas materiales, dejando sus espíritus completamente vacíos y en este blog quisiera hablar especialmente al corazón de los hombres.
¿Cuál es su condición actual? ¿Siente que le ha faltado el tiempo o la dirección espiritual? Tal vez tantas ocupaciones ni siquiera le han dejado tiempo para conectarse con Dios. Si se ha sentido vacío, impotente, frustrado, esta palabra es para usted. Esta era la misma situación de un personaje en la Biblia, conocido como el ciego Bartimeo.
Era un hombre que anhelaba encontrar el camino para su vida, pero la falta de visión lo tenía completamente frustrado.
Su historia la encontramos en Marcos capítulo 10, versos del 46 al 52 y de ella podemos aprender algunas cosas importantes:
Bartimeo no estaba en el camino, estaba junto al camino
Cuando una persona está ciega espiritualmente, usualmente cree que está en el camino de Dios, pero en realidad se encuentra junto al camino, sin hacer parte activa de la obra de Dios. Por eso, muchos dicen creer en Dios, pero esto no es suficiente.
Un misionero se dirigió a realizar una obra evangelística en un lugar selvático, acompañado por un guía que simplemente le dijo: “sígame”. Luego de caminar por caminos angostos en medio de una vegetación extremadamente tupida, el misionero le dijo: “Deténgase. ¿Podría usted darme un mapa que me muestre el camino a donde debo llegar?”. El hombre mirándolo fijo a los ojos le dijo: “Yo soy el mapa, si usted no me sigue nunca llegará a su destino. Soy el único que conoce y sabe andar en este lugar”.
Cuando Jesús expresó: “Yo Soy el camino”, lo dijo porque Él es el único que sabe cómo podemos transitar en este mundo. Muchas veces creemos que por la preparación que hemos adquirido conocemos el camino a la paz, al éxito, a la bendición. Pero si usted no está tomado de la mano de Jesús, puede llegar a perderse en el laberinto de este mundo.
Hay que buscar a Jesús de todo corazón, a pesar de lo que hagan los demás
Bartimeo comenzó a escuchar un ruido, un tumulto de muchas personas, y preguntó qué era lo que estaba sucediendo. –Jesús de Nazaret está pasando por aquí– le respondieron. En ese momento él creyó que esa era su oportunidad y alzando la voz dijo: —“¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” (verso 48). La gente quiso callarlo, pero él gritaba aún más.
Muchas veces cuando una persona anhela un cambio de vida, anhela tener visión y hacer algo para Dios, los que la rodean le dicen: “Eso no es para ti, no lo podrás lograr, no tienes fuerza para ello; cómo crees que Dios te va ayudar; lo que tú quieres es algo difícil, acepta que eres ciego y quédate donde te encuentras”. Estas personas desean que aceptemos nuestras circunstancias y que nos quedemos postrados junto al camino. Pero hoy el Señor lo llama a algo diferente; su vida no debe ser la frustración, sino el hacer la obra de Cristo.
Recupere el buen ánimo
A este ciego los comentarios no le afectaron, tampoco deberían afectarle a usted. Él elevó su voz aún más fuerte, a tal punto que su clamor llegó hasta los oídos de Jesús, quien para sorpresa de todos lo mandó a llamar. “–¡Ánimo!”, le dijeron. ¡Levántate! Te llama (verso 49).
Como es de lógico, antes de ese momento el ánimo del ciego estaba por el suelo, pues vivía extremadamente limitado, dependiendo de todos suplir sus necesidades básicas.
¿Sabía usted que el ánimo es la puerta de esperanza que se abre para recuperar nuestra visión? Si uno no tiene ánimo, no puede actuar, no puede accionar. Tenga ánimo, levántese y atrévase a soñar nuevamente
Suelte la capa
En ese mismo versículo, a Bartimeo le dijeron: Jesús te llama. Y esas mismas palabras son para usted hoy; Jesús lo llama. La respuesta de Bartimeo a estas palabras fue que se levantó y tiró su capa. En aquella época la capa era lo que identificaba al ciego para que las personas le dieran limosna y le ayudaran de ser necesario. Con esta acción era como que él estaba diciendo: “Si Jesús me llama, nunca más volveré a usar esta capa porque no volveré a ser ciego”.
Dios espera que tengamos un acto de fe, desprendernos de nuestras limitaciones para aprender a recibir lo que Él tiene para nosotros. ¿Cuál es esa capa a la que se ha estado aferrando?
La petición correcta
Finalmente, Jesús le hizo una pregunta que parece muy sencilla, pero que es muy profunda. “¿Qué quieres que haga por ti?” (verso 51). Piense por un momento cuántas habrán sido las necesidades de aquel ciego, pero la más importante era su deseo de recuperar la visión. ¿qué respondería usted?
Bartimeo respondió: “Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (versos 51,52)
Note que inmediatamente recibió la visión; la Biblia dice que ya podía seguir a Jesús en el camino. Pero va aún más allá, el Señor no le dijo “tu fe te ha sanado” sino “tu fe te ha SALVADO”.
Esa salvación que usted ha estado anhelando, esa respuesta integral y plena para su vida depende de que usted haga la petición correcta, de tener visión. Un hombre solo podrá ser plenamente feliz cuando ejerce su sacerdocio y cumple el propósito de Dios en la tierra.
Reconéctese con su iglesia, con su ministerio y con su llamado y verá cómo su vida es transformada totalmente.
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